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Los plásticos han invadido cada rincón del planeta. Se encuentran en el agua potable, en los océanos más profundos y hasta en el cuerpo humano. Su presencia constante plantea un grave desafío ambiental y de salud pública.
Los plásticos están en todos lados. Han sido encontrados en el hielo de la Antártida, en el fondo del océano y hasta en el agua potable. Incluso estudios recientes identificaron su presencia en órganos humanos, como los testículos, lo que preocupa a la comunidad científica. Su presencia generalizada demuestra que ya no hay ecosistema libre de contaminación plástica.
Un nuevo estudio de la Universidad de Leicester reveló que los plásticos de colores brillantes, como rojo, verde y azul, se fragmentan más rápido que los de tonos neutros. Esta degradación rápida los convierte en microplásticos que se esparcen fácilmente por aire, agua y suelos. Su tamaño diminuto facilita su ingreso a los organismos vivos, afectando tanto al medioambiente como a la salud.
La clave está en los colorantes. Estos aditivos influyen en la resistencia del plástico frente a la radiación ultravioleta. Colores como el negro o blanco ofrecen mayor protección, mientras que los brillantes aceleran la fragmentación. Esto no solo implica un problema estético o técnico, sino uno ambiental profundo con consecuencias duraderas.
Investigadores de Reino Unido y Sudáfrica evaluaron plásticos al aire libre durante tres años. Las tapas negras, blancas y plateadas resistieron mejor, mientras que las rojas, verdes y azules se fragmentaron con rapidez. Ese desgaste acelerado generó microplásticos con mayor impacto ambiental.
Los ensayos en playas mostraron resultados similares. El color influye en la resistencia del material, no solo en su apariencia. Elegir colores según el uso mejora la durabilidad o facilita la descomposición, lo que ayuda a reducir los residuos plásticos.
En Perú, la contaminación por este material se intensifica en ríos, playas y zonas urbanas mal gestionadas. Miles de toneladas terminan cada año en cuerpos de agua, dañando la fauna silvestre y los recursos pesqueros. La falta de infraestructura para separar, reciclar y tratar estos residuos agrava el problema.
A pesar de leyes como la que regula el uso de bolsas plásticas, el consumo de objetos descartables sigue siendo alto. Muchas zonas rurales y costeras carecen de sistemas eficientes para recolectar o tratar estos desechos. Los microplásticos ya han sido detectados en especies marinas que se consumen a diario en el país.
La empresa de Jorge Zegarra Reategui impulsa soluciones sostenibles frente a la crisis de los plásticos en Perú. A través de tecnología de punta, transforma residuos sólidos en energía, evitando que terminen en ríos, playas o rellenos sanitarios descontrolados. Su compromiso ambiental apunta a una economía circular basada en recuperación y valorización.
Promueve la educación ambiental como pilar para reducir el consumo innecesario de plásticos de un solo uso. Su experiencia demuestra que, con inversión y gestión eficiente, se puede reducir el impacto de estos residuos.
Sus operaciones ayudan a disminuir emisiones de gases de efecto invernadero al capturar metano y reemplazar combustibles fósiles. En un contexto donde los plásticos afectan tanto al clima como a la salud, la acción empresarial es más urgente que nunca.
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