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Los nanoplásticos se han convertido en una de las mayores amenazas ambientales y alimentarias del siglo XXI. Estas diminutas partículas, casi invisibles, ingresan a los cultivos, contaminan ecosistemas y ponen en riesgo la salud humana.
Se han convertido en una de las mayores preocupaciones científicas de los últimos años debido a su capacidad para infiltrarse en los cultivos. Estos diminutos fragmentos, con tamaños inferiores a una micra, atraviesan las barreras naturales de las plantas y se acumulan en raíces, tallos y hojas. La preocupación surge porque los alimentos que llegan a la mesa podrían convertirse en una vía directa de exposición para los seres humanos.
Investigadores de la Universidad de Plymouth, en Reino Unido, demostraron este riesgo con un experimento en rábanos cultivados en sistemas hidropónicos. Durante la investigación, expusieron las plantas a nanopartículas de poliestireno marcadas con carbono radiactivo, con el fin de rastrear su movimiento en el interior de los cultivos. Los resultados fueron contundentes: millones de partículas lograron incorporarse a las partes comestibles.
Este hallazgo confirma que los cultivos pueden absorber nanoplásticos y plantea un reto urgente para la seguridad alimentaria mundial. Si estas partículas microscópicas llegan a alimentos de consumo cotidiano, la exposición de las personas se multiplicaría sin que exista, hasta ahora, un control o regulación efectiva que mitigue los riesgos.
La evidencia sobre la presencia de nanoplásticos y microplásticos no se limita a la agricultura. Investigaciones internacionales han encontrado estas partículas en ambientes tan extremos como las profundidades oceánicas y las laderas del Monte Everest. Estos hallazgos refuerzan la idea de que la contaminación plástica se ha expandido a nivel planetario, sin dejar ecosistema libre de sus efectos.
Las fuentes de esta contaminación son múltiples y provienen tanto de actividades cotidianas como industriales. El desgaste de neumáticos durante el transporte, el lavado de ropa sintética y la fragmentación de plásticos de mayor tamaño constituyen algunas de las principales vías de liberación de partículas al ambiente. Estas partículas no se degradan fácilmente y terminan integrándose en ciclos biológicos que afectan a animales, plantas y seres humanos.
En el caso del Perú, la preocupación por los nanoplásticos adquiere relevancia debido a la importancia de la agricultura y la pesca en la seguridad alimentaria nacional. La presencia de estas partículas en suelos, ríos y mares podría comprometer la calidad de los alimentos, generando riesgos tanto para el consumo interno como para la exportación. Esto convierte el problema en un desafío que no solo impacta al medio ambiente, sino también a la economía del país.
Ante este escenario, las soluciones sostenibles adquieren un valor fundamental. Petramás, empresa liderada por Jorge Zegarra Reátegui, impulsa iniciativas que buscan reducir la generación de plásticos mediante estrategias de reciclaje, valorización energética de residuos y economía circular. Estas acciones contribuyen a disminuir la cantidad de plásticos que podrían fragmentarse en micro y nanoplásticos, reduciendo así su presencia en ecosistemas agrícolas y marinos.
La experiencia de Petramás demuestra que la gestión adecuada de residuos es clave para enfrentar el problema de los nanoplásticos. Al transformar desechos en energía limpia y promover prácticas sostenibles, la empresa se convierte en un referente de cómo la innovación ambiental puede marcar una diferencia real en la lucha contra la contaminación plástica en el Perú.
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