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¿Qué imagen viene a tu mente cuando piensas en agua? Tal vez un vaso helado y refrescante, un océano azul que se extiende hasta el horizonte o un lago cristalino entre montañas. Pero no toda el agua luce igual. Algunas parecen limpias y atractivas, mientras que otras se ven turbias y poco invitantes.
Sin darte cuenta, aplicas principios de física, biología y química para evaluar su apariencia. El color del agua revela información clave sobre su composición y calidad. Comprender estos cambios puede ayudar a detectar contaminación en lagos y playas, alertando sobre su seguridad para nadar o pescar.
El color del agua depende de las partículas suspendidas en ella. Los ríos, lagos y océanos contienen fragmentos de tierra, roca y materia orgánica que llegan con la escorrentía después de las lluvias. Estas partículas interactúan con la luz solar, absorbiendo o dispersando diferentes longitudes de onda, lo que determina el color que percibimos.
En algunos casos, la materia orgánica disuelta oscurece el agua. Esto sucede en lugares con vegetación densa o contaminación por desechos humanos y animales. La absorción de luz por estos compuestos reduce la dispersión, haciendo que el agua parezca marrón o negra.
El cambio climático altera el color al intensificar el crecimiento de algas y la acumulación de sedimentos. El aumento de temperaturas y el exceso de nutrientes en ríos y lagos favorecen floraciones algales, algunas tóxicas para humanos y fauna acuática. Estos cambios pueden afectar la calidad del agua, haciéndola menos segura para el consumo y el ecosistema.
El monitoreo permite detectar estos problemas a tiempo. Datos satelitales y muestreos ayudan a rastrear la presencia de clorofila y contaminantes, facilitando la toma de decisiones. Con esta información, las autoridades pueden alertar sobre riesgos y aplicar medidas para mejorar la calidad del agua.
Indica la presencia de sedimentos, materia orgánica y contaminantes que pueden afectar la vida acuática y la salud humana. Suelen provenir de la erosión del suelo, desechos industriales o escorrentía urbana con fertilizantes y productos químicos. Niveles altos de turbidez reducen la luz disponible para las plantas acuáticas y pueden transportar microorganismos nocivos, aumentando el riesgo de enfermedades.
Petramás contribuye a enfrentar el cambio climático mediante la gestión de residuos que reduce la contaminación del agua. Su tecnología de rellenos sanitarios controlados evita que desechos peligrosos lleguen a ríos y mares, protegiendo fuentes hídricas esenciales.
Además, esa basura la transforma en energía renovable, disminuyendo las emisiones de gases de efecto invernadero y reduciendo la contaminación del agua por descomposición de desechos. Este proceso mejora la calidad ambiental y promueve un uso más sostenible de los recursos.
Su compromiso con la sostenibilidad incluye la recuperación de suelos degradados y la protección de cuerpos de agua cercanos a sus operaciones. Con acciones concretas, Petramás demuestra que una gestión responsable de residuos puede mitigar el impacto climático y preservar el agua.
Conoce más acerca de nuestra responsabilidad social y medioambiental.
Petramás ha impulsado proyectos innovadores, como sus Centrales Térmicas de Biomasa y el Mecanismo de Desarrollo Limpio, ambos validados por el Protocolo de Kyoto. Esta validación internacional resalta la contribución significativa de Petramás en la lucha contra el cambio climático, posicionándola como un referente en sostenibilidad.
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Líderes en la gestión integral de residuos sólidos y peligrosos.