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Hoy, varios países lidian con la sequía en Sudamérica, una de las más prolongadas y graves de las últimas décadas. Este fenómeno afecta de manera crítica tanto al ambiente como a las actividades económicas.
En los últimos tres meses, el 10,56% de la subregión de Sudamérica, ubicada por debajo de los 10 grados de latitud, ha experimentado sequía extrema. Durante este período, las precipitaciones fueron inferiores al 25 % de lo que se considera normal.
Es un fenómeno que aparece lentamente y ocurre principalmente por la falta de lluvias. Existen varios tipos: la sequía meteorológica se refiere a la escasez prolongada de lluvias, la hidrológica a los niveles bajos en ríos y embalses, y la agrícola a la falta de agua para los cultivos.
La lluvia depende de tres factores: presión atmosférica, temperatura y humedad. Estos, a su vez, se ven afectados por elementos como la geografía del terreno, la evapotranspiración de las plantas (que combina la evaporación y la transpiración), y la pérdida de agua por evaporación directa.
Se intensifica por varios factores. El cambio climático, con el aumento de las temperaturas y la alteración de los patrones de lluvia, juega un papel crucial. La deforestación, la sobreexplotación de los recursos hídricos y las prácticas agrícolas insostenibles también contribuyen al problema. Estos factores reducen la capacidad de la región para retener agua, agravando las sequías y sus impactos.
El aumento de las temperaturas globales reduce la humedad en el suelo, afectando zonas altas, como la sierra peruana. Además, la deforestación disminuye la capacidad de retención de agua en los ecosistemas.
El fenómeno de El Niño altera los patrones de lluvia en la región, provocando largos períodos secos. En Perú, la variabilidad climática de El Niño afecta gravemente la agricultura y el suministro de agua en varias regiones.
Las actividades humanas, como la urbanización y la sobreexplotación de recursos hídricos, agravan la sequía. La expansión de las ciudades en zonas vulnerables limita la adaptación de las comunidades, afectando la seguridad alimentaria y el acceso al agua.
La sequía no solo provoca falta de agua para las personas y los ecosistemas, afectando a todas las especies que los habitan, sino que sus consecuencias son mucho más profundas. Los impactos de la sequía se pueden clasificar en tres tipos:
Consecuencias económicas: Pérdidas en cultivos y ganado, aumento de precios de alimentos, reducción de empleo en sectores como la maderera y menor capacidad de generación hidroeléctrica.
Consecuencias ambientales: Destrucción de hábitats fluviales, escasez de agua y alimento para la fauna, estrés en la vegetación, incendios forestales, mayor erosión y degradación del suelo.
Consecuencias sociales y de salud: Problemas por mala calidad del agua, enfermedades respiratorias, migraciones forzadas, ansiedad por falta de agua, nuevas enfermedades y, en casos extremos, muerte.
La sequía en Perú, impulsada por el cambio climático, afecta tanto la agricultura como el abastecimiento de agua. Las lluvias irregulares y la intensificación de las temperaturas provocan una disminución en la disponibilidad de agua para los cultivos, lo que amenaza la seguridad alimentaria en diversas regiones del país. Las cosechas se ven gravemente afectadas, especialmente en la Sierra y la Costa, donde la escasez de agua dificulta el riego y reduce los rendimientos de los productos agrícolas.
Además, las comunidades rurales enfrentan serias dificultades para acceder al agua potable. La sequía disminuye la capacidad de los recursos hídricos locales, como los ríos y los acuíferos, afectando tanto el consumo humano como el uso del agua para la ganadería. Los ecosistemas también sufren debido a la alteración de los patrones climáticos, lo que pone en riesgo la biodiversidad y la estabilidad de los servicios ambientales que dependen de la disponibilidad de agua en el país.
El cambio climático requiere la acción conjunta de gobiernos, empresas y sectores industriales para implementar planes de mitigación. Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero no solo combate el calentamiento global, sino que también genera ahorros financieros, mayor competitividad y mejora la reputación corporativa.
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