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El cambio climático modifica la vida cotidiana de millones de personas en todo el mundo. Sus efectos aparecen en la salud, la economía y el ambiente, aunque muchos no los reconocen de inmediato.
La COP 30 se celebrará del 10 al 21 de noviembre de 2025 en Brasil, y reunirá a representantes de 198 países en un momento crucial para la diplomacia climática. No se trata de una conferencia más, sino de una cita que busca acelerar los compromisos asumidos en el Acuerdo de París y traducirlos en acciones concretas. La elección de la Amazonía como sede le otorga un fuerte simbolismo, ya que es una de las regiones más vulnerables y al mismo tiempo más importantes para la estabilidad climática mundial.
Belém será más que un lugar de encuentro; representará el vínculo directo entre la protección de los ecosistemas y las decisiones políticas globales. En esta ciudad convergerán los desafíos locales de conservación de la selva amazónica con las expectativas globales de reducción de emisiones. Así, la sede no solo servirá como escenario diplomático, sino también como recordatorio de lo que está en juego si no se toman decisiones firmes y urgentes.
El cambio climático impacta la vida cotidiana con la expansión de enfermedades como dengue y malaria en regiones que antes no enfrentaban estas amenazas. Los sistemas de salud lidian con una presión creciente y las comunidades vulnerables enfrentan dificultades para adaptarse a estos nuevos riesgos sanitarios.
En el plano económico y urbano, la reducción de cosechas y la pérdida de ganado elevan los precios de alimentos y servicios básicos, mientras la energía se encarece en zonas dependientes de fuentes vulnerables. Las ciudades intensifican este impacto con el fenómeno de “isla de calor”, que eleva la temperatura, aumenta la demanda eléctrica y deteriora la calidad del aire, convirtiendo la vida cotidiana en un escenario más complejo para la salud y el bienestar.
En el Perú, el impacto de la crisis climática ya altera la vida cotidiana de manera evidente. Las sequías en la sierra reducen la producción agrícola, mientras que las inundaciones en la selva destruyen cultivos y viviendas. Estos eventos extremos generan pérdidas económicas millonarias y amenazan la seguridad alimentaria, aumentando la vulnerabilidad de quienes dependen directamente de la tierra para sobrevivir.
Las poblaciones rurales resultan especialmente afectadas porque dependen de los recursos naturales para mantener sus actividades productivas. La falta de agua en muchas comunidades obliga a reducir las cosechas o incluso a migrar hacia zonas urbanas, lo que incrementa la presión sobre los servicios básicos y genera nuevos problemas sociales. En este contexto, la vida cotidiana se vuelve más incierta y frágil.
La empresa peruana Petramás desempeña un rol importante en la reducción de los efectos del cambio climático sobre la vida cotidiana de las personas. Su gestión integral de residuos sólidos contribuye a disminuir la liberación de gases contaminantes, lo que impacta de manera directa en la calidad del aire y en la salud pública de millones de ciudadanos.
Uno de los principales aportes de Petramás radica en la generación de energía renovable a partir de residuos, una práctica innovadora que reduce la dependencia de combustibles fósiles. Gracias a esta iniciativa, Lima y Callao cuentan con una alternativa más limpia y sostenible que además promueve el desarrollo económico mediante la creación de empleos verdes.
Con estas acciones, la compañía demuestra que el sector privado puede desempeñar un papel activo frente al cambio climático. Al transformar los desechos en recursos valiosos, Petramás contribuye a mejorar la vida cotidiana de la población y se posiciona como un ejemplo de compromiso ambiental en el Perú y la región.
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