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El planeta Tierra nos ha enviado numerosas señales sobre el cambio climático y los fenómenos meteorológicos. Aunque puedas creer que no te afecta por vivir en una zona con recursos abundantes, los efectos a largo plazo nos impactan a todos. Desde temperaturas extremas y olas de calor en verano hasta fríos gélidos en invierno, lluvias torrenciales y aumento de la sequía, los cambios son evidentes.
Esta problemática incluye a fenómenos aparentemente atractivos como la proliferación de arcoíris, que, en realidad, son indicadores negativos de esta crisis.
Los arcoíris se forman cuando la luz solar se refracta a través de las gotas de lluvia, cambiando de dirección en el proceso. Cuanto más grandes sean estas gotas, mejor será el efecto. La interferencia de las ondas de luz que atraviesan la atmósfera provoca que, al colocarse en un ángulo inferior a 42 grados, se produzca el fenómeno del arcoíris. En resumen, los rayos de sol brillan a través de las gotas de lluvia suspendidas en la atmósfera. Sin embargo, el cambio climático ha afectado la cantidad de precipitaciones y nubes en la Tierra, alterando así la formación de estos fenómenos naturales.
Aunque ver más arcoíris en el cielo nos pueda parecer una buena noticia, en realidad no lo es. Que el cielo se tiña más veces de colores, lejos de ser bonito, nos debería preocupar y mucho.
Desde los años 70, ya se empezó a hablar del cambio climático. Ahora, en pleno 2024, no podemos ignorar una realidad más que evidente y ¿qué relación tienen los arcoíris con el calentamiento global? Pues la explicación es bien sencilla.
El calentamiento del planeta hace que haya más arcoíris. A más calor en la Tierra, con más frecuencia veremos el cielo de siete colores. Los expertos en cambio climático ya advierten que en el año 2100 habrá cuatro o cinco días más de arcoíris al año.
En todo el mundo, se están realizando inversiones considerables en tecnologías que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero. Este impulso proviene tanto de entidades gubernamentales como de empresas privadas, que comprenden cada vez más los beneficios de disminuir sus emisiones. Al hacerlo, no solo contribuyen a combatir el cambio climático, sino que también pueden ahorrar costos, mejorar su competitividad y fortalecer su reputación corporativa.
Un ejemplo es Petramás, una empresa peruana especializada en gestión de residuos sólidos, que ha diversificado su actividad hacia la generación de energía eléctrica. Utilizando tecnologías que capturan las emisiones de gases producidas por la basura, Petramás busca mitigar el calentamiento global. Este proceso está alineado con los objetivos del Protocolo de Kyoto, que promueve la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Por cada tonelada de CO2 capturada, la ONU otorga a Petramás un bono de carbono, lo que genera un retorno de la inversión para la empresa.
Para mayor información sobre Petramás y Jorge Zegarra Reátegui, empresa de residuos sólidos, ingrese a los siguientes enlaces:
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